viernes, 24 de mayo de 2019

Práctica 10. La educación en 2030

Sonó el despertador a las 6:00 am como de costumbre. María se levantó de la cama, se lavó la cara y se tomó el café como de costumbre. Sin azúcar, como siempre. Era demasiado caro como para permitírselo y le quedaba demasiado poco dinero en el banco. Aquel día era el día de la prueba definitiva. Se presentó ante el tribunal a las 7:30 am. Superó su prueba.
- Serás buena docente -le dijeron.
-Gracias, ha sido un placer -contestó ella.
Realmente lo había hecho bien. Incluso lo he hecho mejor que mis compañeros de la facultad, pensó. Pero antes de salir un hombre entrado en años con algunas canas en su cabello llamó su atención:
-María Rodríguez. Por favor, acérquese.
Muerta de miedo fue hacia la oscura sala del final del pasillo con tal de averiguar qué diantres quería aquel hombre al que no conocía de nada. Allí, le explicó que aunque estaba seguro de que sería una buena profesora, habían habilitado un nuevo sistema que consistía en la implantación de un microchip en el cerebro. Indoloro, por supuesto. Que no se notaría a simple vista y que le proporcionaría todos los conocimientos de su área o materia para explicar en sus clases. María quedó alucinada. Después de haberse preparado la fatídica prueba durante más de dos años, después de haber pasado los nervios, estudiar toda la lengua y la literatura habida y por haber... ahora le querían implantar un chip.
Lo cierto es que no hay negociación. Le dijo una mujer que se encontraba en el mismo despacho que aquel hombre que la había llamado.
- Funciona del siguiente modo -apuntó el hombre. Te lo insertamos ahora y podrás utilizarlo durante todo el curso escolar. Olvídate de preparar clases, de buscar información, de pasar apuro ante tus alumnos cuando no te acuerdes o conozcas algo. Ya verás que es una auténtica maravilla. Cuando termine el curso, nos lo entregas y el siguiente año tendrás otro. ¿No es maravilloso? El conocimiento  entero en esta cosita. -De su garganta salió una voz horrorosa al pronunciar la palabra “cosita”.
Justo al mes de haber superado su prueba de conocimientos, María comenzó a impartir clases en un instituto cercano a su casa. Había escogido ser profesora por vocación pero al entrar al centro se dio cuenta de que no era su trabajo soñado. Tantos años estudiando para esto y menuda decepción -pensó. Lo cierto es que el panorama era desolador. Chicos y Chicas adictos a las pantallas. Teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles por doquier. Nadie hablaba con nadie, no saludaban ni daban las gracias. Todos caminaban con sus auriculares puestos. El 90% de los bebés nacían mediante reproducción asistida. Probablemente la comida ya no era lo que había sido. Comían poco y mal. El plástico inundaba sus vidas y los tóxicos afectaban a la fertilidad de las personas. Los padres no podían hacerse cargo de sus hijos y al mes de vida los inscribían en escuelas infantiles. Las jornadas laborales superaban las 12 horas. Los padres no dedicaban tiempo a sus hijos. Los niños crecían solos y eso repercutía en sus estudios y en sus vidas. Las familias habían desaparecido. Ahora, la familia que conocían eran sus compañeros de clase, sus profesores; con quien más horas pasaban al día.
Sonó el timbre de cambio de clase y María se dispuso a impartir su primera clase. Bien preparada con todos sus apuntes y el manual de la asignatura. Entró diez minutos antes a clase para corroborar que todos los medios funcionaban bien: proyector, ordenador, altavoces. Luego pensó que todo aquello que hizo era absurdo. La tecnología había avanzado tanto que la figura del profesor pasó a un lugar secundario. Todos los conocimientos se encontraban al alcance de su mano y a un golpe de clic. Sin embargo, María tenía esperanza en volver a aquellos años en los que ella había estudiado, donde alguien explicaba algo y todos los demás escuchaban sus explicaciones boquiabiertos.
La lección del día eran los pronombres personales. María comenzó explicando, practicando, realizando ejercicios junto con sus alumnos. De pronto, el microchip implantado comenzó a fallar. Los conocimientos se empezaron a cruzar.
- Los pronombres personales son aquellos que suelen referirse... Lope de Vega el mayor y mejor dramaturgo del Siglo de Oro de las letras... como los préstamos lingüísticos.
Los alumnos no entendían nada. Alguien intentó levantar la mano y preguntar pero María no cesaba en sus explicaciones. De pronto, cayó al suelo y de su cabeza empezó a salir un poco de humo. Todos se asustaron y salieron corriendo. Nadie avisó a nadie para que fuera a ver qué ocurría.
- Joder, eso le pasa por tanto estudiar – dijo un alumno.
Y María quedó tendida en el suelo, explicando y explicando sin parar.



lunes, 13 de mayo de 2019

Práctica 8. Mis libros


En cuanto al libro que me gustaría leer como si tuviera la edad que lo leí por primera vez me quedo, sin lugar a dudas, con El Principito. No sé muy bien si por la nostalgia de leerlo a semioscuras debajo de las sábanas o si por escucharlo de la boca de mi madre, que siempre lo acompañaba de música clásica. Lo que tengo claro es que fue un libro que me marcó de pequeña y al que le cogí especial cariño. Recuerdo que leí El Principito por primera vez a los 11 años y, a partir de ese momento, se convirtió en mi libro de cabecera. No pasaba una en la que me fuera a dormir sin abrir sus páginas y ojear el sombrero, que resultó ser una serpiente que se había comido a un elefante. O sin observar las ilustraciones del zorro con las que contaba el pequeño manual. La verdad es que si volviera a tener esa edad elegiría una y mil veces Le Petit Prince, ¡qué nostalgia aquellos años!



Recuerdo con especial ilusión la primera vez que abrí las páginas de El señor de las moscas, de William Golding. La verdad es que no tenía muy buenas expectativas para con el libro porque a pesar de ser una de las mejores obras en literatura inglesa, yo creí que no me gustaría el hecho de estar ambientado en una isla desierta. Sin embargo, cuando lo empecé a leer quedé maravillada porque se adentra en lo más recóndito y salvaje del ser humano. A pesar de que es un libro de fácil lectura, presenta temas que se pueden relacionar con la filosofía como la lucha entre el bien y el mal, la lucha de poder, la locura y la muerte. Aunque es una lectura un poco densa, sin lugar a dudas la recomendaría para mis alumnos porque es un libro con el que se pueden aprender muchísimas cosas y que debido a sus influencias, los temas que trata están presentes en muchas series de televisión o películas.





Constelación multimodal

¡Hola a todos! Por aquí os dejo mi constelación sobre la gula:


Constelación gula de AidaAgullo

La “gula” forma parte de los pecados capitales y se identifica con la glotonería y el consumo excesivo y desordenado de comida y bebida. La gula, que tiene que ver con el consumo irracional e innecesario de alimentos o bebidas, ha estado presente en todos los seres humanos a lo largo de la historia aunque ha ido evolucionando y cambiando de significado. Desde el punto de vista de la religión la gula se ha intepretado como un deseo egoísta y lujurioso, ya que el glotón busca la satisfacción personal. Por este motivo, el concepto de la gula ha sido siempre motivo de burla o de vergüenza, por considerarse un pecado.

La gula, igual que los demás pecados capitales, ha sido representada en innumerables ocasiones a través del arte. Éste, además de una función estética, también tiene una función comunicativa, ya que se utiliza para expresar una visión subjetiva del mundo. Ya sea a través de la pintura, escultura, la música o la literatura, los artistas se han hecho eco y han querido plasmar en sus obras el pecado capital de la gula. Las primeras manifestaciones de la gula -sin las connotaciones cristianas del término- las podemos encontrar en la cultura clásica y más concretamente en las bacanales. Estas fiestas se celebraban en honor al Dios Baco (Dioniso en la mitología griega), que era el dios del vino y los excesos.

Sin embargo, no es hasta la Edad Media que se representa el verdadero concepto de la gula. Debido a la gran importancia de la Iglesia católica en esta época, se consideró la gula como el pecado capital de los paganos. Tanto es así que tener gula implicaba tener flaqueza moral. En esta constelación multimodal se pretende hacer un recorrido a través del arte y la literatura para ver cómo se ha tratado el pecado de la gula en las diferentes épocas y contextos históricos.

Para empezar, no se puede empezar la constelación sobre la gula sin citar el grandísimo poema del escritor italiano Dante Alighieri, La Divina comediaEn este extenso poema publicado en el año 1320 en el que se narra el viaje del autor al Infierno acompañado de la mano de Virgilio, encontramos un círculo dedicado al pecado de la gula. En este círculo, que es el tercero del Infierno, los pecadores son castigados por una fuerte lluvia mezclada con granizo y golpeados y desgarrados por las uñas y dientes de Cerbero. 

Para el año 1480 el famoso pintor italiano Sandro Botticelli se inspira en la obra de Dante para crear El abismo del Infierno. Esta pintura es una representación del Infierno de Dante a modo de mapa, en el que podemos observar los diferentes círculos que se relatan en el poema. El mapa se compone de nueve círculos; desde el segundo al quinto círculo se encuentran los pecadores por incontienencia, que son castigados porque no supieron frenar los instintos naturales del hombre. El tercer círculo está dedicado a los glotones y castiga de diferentes formas a los que han cometido el pecado de la gula, bien sea castigándolos a ser cocinados en una gran olla o comiéndose a si mismos. 

En relación al infierno y la gula, podemos decir que el personaje de Homer Simpson de la serie animada “Los Simpson” es el ejemplo personificado de la gula. En un capítulo en concreto de la serie el protagonista vende su alma al diablo y hace un pacto con él para no perderla. Tras haberlo incumplido, el diablo lo castiga enviándolo directamente al infierno a comer miles de sus rosquillas favoritas.

Durante la Edad Media española también encontramos ejemplos sobre la representación de la gula en el arte. En el caso de la literatura hallamos en el Libro de buen amor (1330 – 1343) de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, unas estrofas donde se habla del pecado de la gula.

También encontramos referentes a la gula en la literatura francesa, como es el caso del conjunto de novelas de Gargantúa y Pantagruel, publicadas durante el s. XVI por François Rabeleis. En ellas, encontramos las aventuras de estos dos protagonistas, que son dos gigantes movidos por la glotonería. La transcendencia de la novela fue tan grande que aún se utiliza el adjetivo “pantagruélico” para referirse a una comida en cantidad excesiva. 

Quevedo, uno de los mayores escritores de nuestro Siglo de Oro español y el mayor representante del conceptismo, también incluye en alguno de sus sonetos el tema de la gula. Esto lo encontramos en el Soneto CDXLV a. que dedica “Al señor de un convite, que le porfiaba comiese mucho”: 
Comer hasta matar la hambre, es bueno;
hasta matar al comedor, es malo,
y la templanza es el mejor Galeno.


Lo demasiado siempre fue veneno:
a las ponzoñas el ahíto igualo;
si a costumbres de bestia me resbalo,
a pesebre por plato me condeno.


Si engullo las cocinas y despensas,
seré don Tal Despensas y Cocins.
¿En qué piensas, amigo, que me piensas?


Pues me atiesas de pavos y gallinas,
dame, ya quela gula me dispensas,
el postres en calas, purga y melecinas.


En el arte también existen representaciones claras sobre el pecado capital de la gula. Un claro ejemplo de ello es la pintura de Jheronimus Bosch, más conocido como El Bosco. El artista retrató la gula en “Alegoría de la Gula y la Lujuria”, que aparece dentro de la obra Mesa de los pecados capitales (1505-1510); obra que consiste en una círculo dividido en siete secciones, donde aparecen representados todos los pecados. El círculo en el que se trata la gula contiene una escena en la que aparecen dos hombres comiendo y bebiendo, una mujer que los provee de comida y un niño gordo pidiendo comida a uno de los hombres.

El holandés Pieter Brueghel El Viejo es otro de los artistas que también quiso retratar los pecados capitales y no quiso olvidarse de la gula, cuya personal interpretación aparece en uno de los grabados más originales del s. XVI denominado La gula. Los siete pecados capitales (1556 - 1557). Su hijo, Jan Brueghel El Viejo y Rubens también quisieron representar su peculiar forma de entender el mundo a través de la colección Alegoría de los cinco sentidos que data del año 1618. En ella, encontramos un cuadro dedicado al gusto, donde aparece Belcebú -príncipe que representa la gula- sirviendo agua a una doncella.

Goya también quiso retratar en sus Caprichos, ente otras muchas cosas, los vicios y la corrupción de la Iglesia católica. Para ello, realizó entre los años 1797 y 1799 un grabado denominado Estan calientes, donde aparecen dos frailes encarnando la glotonería y la lujuria. Los frailes aparecen comiendo y representan la gula y el carácter lujurioso, ya que hace referencia al apetito carnal.
No debemos olvidarnos, además, del checo Georg Emmanuel Opiz, quien retrató en 1804 al rey Sueco Adolfo Federico, el monarca que ha pasado a la historia por ser conocido como el rey que murió por comer demasiado. 


En el caso de la gran pantalla también han sido muchas las películas que han tratado el tema de la gula, como por ejemplo La grande bouffe. Este film traducido al castellano como La gran comilona, es una película estrenada en el año 1973 por Marco Ferreri donde aparece el tema de la gula en plenitud. Los personajes de esta película se reúnen para realizar un “suicidio gastronómico colectivo”, donde lo único que no les falta son los alimentos. 
Otra película donde encontramos la gula es en El sentido de la vida, de Monty Python. En esta película el Sr. Creosote reproduce a la perfección el pecado de la gula porque coge tal empacho de comer que necesita hasta vomitar en un cubo. Siempre para poder seguir comiendo, evidentemente.

El libro de Matilda, publicado en el año 1988 por el escritor Roald Dahl y llevado a la gran pantalla en el año 1996, cuenta la historia de Matilda, una niña con poderes telequinéticos. En ella aparece una famosísima escena en la que un niño coge un trozo de pastel que no debería haber probado y, castigado por la gula, es obligado a comérselo delante de todo el colegio. El niño, lejos de avergonzarse, acepta el reto y consigue comerse el pastel entero. Parece ser que al autor de Matilda le apasionan los niños gordos porque la historia se repite en Charlie y la fábrica de chocolate. En este libro -llevado al cine años más tarde-, se nos presenta un niño que por culpa de la gula acaba comiéndose unos arándanos de la fábrica que visitan, lo que le acaba convirtiendo en una gran bola morada.

Todos recordaremos los grandes banquetes de las películas del director japonés Hayao Miyazaki, quien utiliza la comida como motor de la acción en sus films. Un ejemplo de ello lo encontramos en la película El viaje de Chihiro, que fue estrenada en el año 2001 y que se ha se convertido en una de las mejores películas animadas del mundo. La película cuenta las aventuras de una niña llamada Chihiro que, junto con su familia, se está mudando a otra ciudad. Durante el viaje, se detienen a comer en puestos de comida al aire libre y, dado que no encuentran a nadie que los atienda, deciden comer sin medida hasta convertirse en cerdos. En el siguiente vídeo encontramos una recopilación de momentos gastronómicos de las películas de Miyazaki: https://vimeo.com/207614041#at=3

En cuanto a las películas sobre la gula podríamos destacar también la extraña y divertida película francesa Delicatessen. Estrenada en el año 1991, la película nos cuenta la historia de una comunidad de vecinos que tratan de sobrevivir. El casero, dueño de la carnicería de los bajos del edificio, ofrece trabajo en el periódico para atraer a sus víctimas, que más tarde asesinará y cuya carne venderá a los vecinos de la comunidad. 

También encontramos una referencia a la gula en la película La Leyenda del indomable de 1976, donde Paul Newman protagoniza una de las escenas más conocidas del cine del momento. En ella, el actor se apuesta que es capaz de comerse 50 huevos duros y lo consigue. 

En la literatura clásica infantil también podemos encontrar algunos ejemplos de gula. Todos recordaremos, por ejemplo, el clásico cuento de Los tres cerditos, donde un hambriento lobo hace lo posible por entrar en la casa de los cerditos para comérselos. También cabe mencionar el famoso cuento de Hansel y Gretel de los Hermanos Grimm. En él aparecen dos hermanos llamados Hansel y Gretel que encuentran una casita hecha de chocolate. Movidos por la gula, quieren comerse toda la casa, pero se encuentran con que la dueña de la casa, una bruja malvada, quiere meter a los niños en un horno y comérselos. En definitiva, un libro que trata la gula doblemente. 

También me gustaría mencionar un libro que conocí recientemente gracias a mi hijo, que es el de La pequeña oruga glotona, de Eric Carle -del que tenemos nada menos que tres versiones diferentes. La protagonista de este libro es una oruga de color verde que se alimenta día tras día de diferentes alimentos como peras, ciruelas, manzanas o tarta, hasta que se convierte en una preciosa mariposa.

Por último, cabría destacar la cantidad de canciones que se han hecho en honor a la comida. No podríamos despedirnos de esta constelación sin nombrar la famosísima canción de Antonio Molina, que recibe el nombre de “Cocinero cocinero”, donde el cantante nos elabora toda una lista de alimentos y comidas sobre la gastronomía española. A destacar también la gran canción de Georgie Dann de “La Barbacoa”, que tantos veranos hemos bailado o “¡Viva la gula!” del grupo mexicano La Onda Vaselina, donde los chavales nos cuentan cuánto les gusta comer.

Booktrailer Divina Comedia: 
https://www.youtube.com/watch?v=SzEcJY9TLLw


Práctica 10. La educación en 2030

Sonó el despertador a las 6:00 am como de costumbre. María se levantó de la cama, se lavó la cara y se tomó el café como de costumbre. Sin a...