En
cuanto al libro que me gustaría leer como si tuviera la edad que lo
leí por primera vez me quedo, sin lugar a dudas, con El
Principito. No
sé muy bien si por la nostalgia de leerlo a semioscuras debajo de
las sábanas o si por escucharlo de la boca de mi madre, que siempre
lo acompañaba de música clásica. Lo que tengo claro es que fue un
libro que me marcó de pequeña y al que le cogí especial cariño.
Recuerdo que leí El
Principito por
primera vez a los 11 años y, a partir de ese momento, se convirtió
en mi libro de cabecera. No pasaba una en la que me fuera a dormir
sin abrir sus páginas y ojear el sombrero, que resultó ser una
serpiente que se había comido a un elefante. O sin observar las
ilustraciones del zorro con las que contaba el pequeño manual. La
verdad es que si volviera a tener esa edad elegiría una y mil veces
Le Petit Prince,
¡qué nostalgia aquellos años!
Recuerdo
con especial ilusión la primera vez que abrí las páginas de El
señor de las moscas, de William Golding. La verdad es que no
tenía muy buenas expectativas para con el libro porque a pesar de
ser una de las mejores obras en literatura inglesa, yo creí que no
me gustaría el hecho de estar ambientado en una isla desierta. Sin
embargo, cuando lo empecé a leer quedé maravillada porque se
adentra en lo más recóndito y salvaje del ser humano. A pesar de
que es un libro de fácil lectura, presenta temas que se pueden
relacionar con la filosofía como la lucha entre el bien y el mal, la
lucha de poder, la locura y la muerte. Aunque es una lectura un poco
densa, sin lugar a dudas la recomendaría para mis alumnos porque es
un libro con el que se pueden aprender muchísimas cosas y que debido
a sus influencias, los temas que trata están presentes en muchas
series de televisión o películas.
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